Detenidos en el tiempo
Mi mente dejó llevarse por el
silencio que irrumpió en la sala. Con las piernas cruzadas, los ojos cerrados y
el sonido de mi respiración llevando el compás, dejé que mi pensamiento volase
por las horas que habían precedido ese momento de reflexión.
La primera vez que oí hablar de las
convivencias apenas alcancé a definir de lo que podían tratarse. Está bien, el
nombre parecía indicarme una clara pista, pero sin duda no fue lo suficiente
esclarecedor para dibujar un sendero en mi imaginación. Así que, sin darle
demasiadas vueltas, dejé que el día señalado llegase, y que los acontecimientos
se definiesen por sí solos.
Y el día llegó. Y los hechos no
tuvieron la necesidad de decir una sola palabra, sino que nuestros sentimientos
hablaron por ellos.
Muchos sabíamos que quizás aquella
era la última vez que nos reuníamos, nos juntábamos en familia, una familia que
había ido forjándose por el paso de un tiempo sobresaltado, lleno de risas y
lágrimas, de estrés y de nervios. Pero no parecía que nos percatásemos de ello,
pues tan solo nos limitamos a disfrutar, a vivir el momento sin pensar en el
futuro, esa palabra tan incierta en los días que vivimos.
Y empezamos a jugar, a divertirnos,
a pensar poco a poco, calentando motores para poner nuestro cerebro a mil, para
prepararlo para esas reflexiones oxidadas que no iban a tardar en aparecer. Y
así, como el avance de una ola, las emociones y sonrisas fueron envolviendo nuestras
personas, creciendo a medida que el tiempo discurría entre las conversas, y
rompiendo con fuerza contra una realidad molesta, proporcionándonos un hueco,
pequeño, por el que escapar de ella y disfrutar de la libertad de pensar sin
presión. Sin presión de ser juzgado, sin presión de ganar, ni de perder, sin
presión de ser valorado con una nota, ni de anotar nuestras acciones. Solo
jugaba el momento, las risas, el silencio, la meditación, esa merienda tan
buena, la conmoción.
Y así queriendo sin querer el día
pasó, y los hechos que pasaron, esos que ahora cuando leéis esto tanto
recordáis, lograron causar el efecto que, ansiosos, tanto buscaban ellos.
Consiguieron hacernos pensar, reír, debatir, dejar fluir nuestra personalidad.
En definitiva, bien definidos, esos momentos nos hicieron sentir.
Porque la vida corre rápido chicos,
se escapa, y no puedes hacer más que correr tras ella, perseguirla y sostenerla
entre tus manos, antes de que se funda y discurra entre tus dedos, sin remedio,
sin tiempo. La vida se trata de agarrarla, y en esos momentos que la tienes
agarrada, que controlas sus delirios, es cuando de verdad vives, cuando sientes
el control. Momentos como esos son los que esas llamadas convivencias intentan,
refuerzan y consiguen crear. Porque quizás ahora no os lo parezca, o quizás no
sintáis todavía el tirón de las agujas del reloj, pero son esos momentos en los
que te sientes como quieres, como quieras sentirte, feliz, rodeado de los
quieres querer, detenido en el silencio, rodeado de carcajadas sin control,
esos momentos son los que nos dan una tregua, los que, con un leve susurro,
detienen el tiempo para que, por una vez, corra a nuestro favor.
Alumna 2n de Batxillerat